Este es el ingrediente que le falta a tu vida de oración…

Hace un tiempo se me rompió el celular. El técnico en su momento me dijo que el repuesto estaba tardando en llegar y que por esa razón se había demorado en poder solucionarlo. Esto hizo que me sintiera, en cierto sentido, incomunicado del mundo. Se siente raro no tenerlo en el bolsillo del jean, que no suene o vibre en cualquier momento del día, pero, si puedo ser sincero con vos, me di cuenta que no tenerlo conmigo todo el tiempo ha sido muy beneficioso. ¿Por qué? Dejame explicártelo en las siguientes líneas.

Una vez le preguntaron a Carlos Annacondia cuál era el secreto de su éxito ministerial. Con su humildad característica Carlos dijo: “el secreto está en lo secreto”. Obviamente, al responder de esta manera, Carlos Annacondia estaba haciendo referencia a Mateo 6:6 donde Jesús dijo:

“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”

Creo que la mayoría de los cristianos reconocemos que la oración es vital para la vida espiritual y aun así muchos de nosotros luchamos con encontrar ese momento, ese tiempo de nuestro día, en que podemos estar a solas con Dios. Estoy seguro de que muchas personas que priorizan su vida espiritual reconocen los beneficios de la oración e intimidad con Dios y aun así, por diversos motivos, se frustran al no poder orar de forma regular y diaria.

Creo que en este sentido la postmodernidad nos ha empujado a vivir “ocupados”, siendo inundados cada día por mensajes de texto, emails y llamadas que muchas veces nos desconcentran y distraen de lo que en verdad importa. Un estudio reciente arroja que la persona promedio revisa su inbox de correo o su celular alrededor de 11 veces cada hora, procesa 122 mensajes o conversaciones diarias y pasa alrededor del 28% de su semana laboral enfocado en su bandeja de entrada de correo electrónico (Oliver Burkerman, “Don’t Let Email Zombies Eat Up Your Day”).

Esta marea de información y ocupaciones nos impide ser productivos y nos roba el recurso más valioso que tenemos los seres humanos, el tiempo. A su vez el estar pendientes y atentos a un celular todo el tiempo nos impide relacionarnos sanamente con los que nos rodean, especialmente con nuestra pareja e hijos (para ello recomiendo que en los tiempos de almuerzos o cenas familiares como así también en otras actividades que realicemos con la familia dejemos los celulares en otra habitación u ambiente de la casa en modo avión o con las notificaciones desactivadas; bueno, si eres médico, eres la excepción).

Si necesitamos un referente de lo que en verdad es ser espiritualmente productivos creo que necesitamos analizar la vida de Jesús. En uno de los capítulos de mi libro “Conoce a Jesús” analizo las afirmaciones y evidencias que las Escrituras nos demuestran acerca de la divinidad de Jesucristo. En este sentido, una de las más contundentes es la relación única que Jesús tuvo con Dios Padre. Esta relación fue profunda, plena y dinámica.

“El Hijo conoce al Padre y el Padre conoce al Hijo, ambos gozan de una comunión y un conocimiento íntimo y único que Pablo señala como un ‘misterio’” (“Conoce a Jesús”, Ed. Certeza Argentina, pág. 50).

Sin lugar a dudas la relación única que Jesús tuvo con el Padre durante su vida en la tierra se sustentó tanto en sunaturaleza divina como en la sujeción continua de su voluntad humana a la búsqueda diaria, habitual, sincera y profunda del Padre en oración y ayuno. Los Evangelios nos muestran diferentes aspectos de la vida de oración de Jesús, enseñándonos que la misma era diaria y habitual. El Señor se apartaba de las multitudes y aun de sus discípulos para orar y se dirigía al Padre con afecto y confianza. Ahora bien, el elemento primordial de la vida de oración de Jesús era el alto nivel de concentración que el Señor tenía cuando se dirigía al Padre. Cuando Él oraba nada de este mundo lo podía perturbar.   

Por todo esto creo que necesitamos rever nuestras prioridades diarias y centralizar nuestras vidas en Cristo, al hacerlo nos daremos cuenta de que muchas de nuestras “ocupaciones” no son más que distracciones y trivialidades que pueden ser dejadas para otro momento. Justamente las distracciones son el arma que el enemigo más emplea en estos tiempos para detener nuestro desarrollo y fortalecimiento espiritual. Al evitar las distracciones podremos encontrar el ingrediente que quizás hoy le está faltando a nuestros momentos de oración: la concentración.

Hoy te animo a que busques tu antigua Biblia impresa (sí de papel, deja YouVersion para otro momento) y un cuaderno con una lapicera y un resaltador. Te animo a que dejes tu Smartphone en otro espacio de tu casa en silencio y te encierres en tu habitación para buscar el rostro de tu Padre que te espera en lo secreto y que te quiere recompensar en público.

¿Comenzamos ahora?