La Puerta Correcta

“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén” (Lucas 13:22 – RV1960)
Hace unos años tuve la audacia de caminar una gran cantidad de kilómetros por terrenos de tierra, aceptando la invitación de dos pastores amigos. Digo “audacia” porque lo que pensé iba a ser un trecho corto terminó siendo una caminata de dos horas. Aunque mi cuerpo sintió el desgaste tiempo después, el caminar junto a estos pastores fue una gran bendición. El “salir a caminar” fue una excusa, como las que solemos hacer los argentinos, para construir el escenario en el cual podamos tener un tiempo de charla e interacción (así como el tomar mate, ¿no te parece?).
Mientras caminábamos se me vinieron a la mente todos los momentos que Jesús mismo pasó caminando sobre esta tierra. En Lucas 13:22, por ejemplo, se nos dice que el Señor pasó sus últimos meses de ministerio caminando, yendo de un lugar a otro para enseñar a las almas. Sin lugar a dudas Jesús aprovechó bien el tiempo.
Cuando Jesús pasaba por una aldea o ciudad mucha gente se agolpaba a recibirle dado que su ministerio había tomado gran reconocimiento
“Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades” (Lucas 5:15 – RV1960)
Los traslados de Jesús y sus discípulos de un lugar a otro eran momentos oportunos para abordar diferentes temas espirituales. Este es el marco que se nos presenta en Lucas 13:23 en donde dice que uno de la multitud se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”.
Parecería que la intención de esta persona al formular semejante pregunta era saber si él o ella estaban incluídos dentro de ese número reducido de salvos y nada más. Su pregunta era muy cerrada pero aún así Jesús, que utilizaba toda circunstancia para anunciar el Reino de Dios, introdujo al tema una enseñanza espiritual trascendental.
El Señor dijo que la salvación tiene estrecha relación con el entrar por una Puerta Angosta y que el entrar por la misma requiere esfuerzo. La palabra “esfuerzo” proviene del término griego ἀγωνίζομαι que significa puntualmente “luchar, competir por un premio”. Sabemos que la salvación no descansa en nuestras obras sino en la Obra Perfecta de Cristo Jesús.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9 – RV1960)
Entonces, ¿cuál es la lucha que debo encarar día a día en este camino de salvación? ¿Qué esfuerzo se requiere de mí? Renunciar a mí mismo y dejar de hacer mi propia voluntad. Por ello Jesús dijo que esta puerta es la menos tomada, el camino menos transitado y que, aunque muchos querrán entrar por ella no podrán, dado que el precio a pagar es el más alto: la muerte al “Yo”.
“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24 – RV1960)
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:24 – RV1960)
El entrar por esta puerta implica seguir el camino de Cristo Jesús. Solo pueden entrar por ella los que han derrotado su propio orgullo, los que están dispuestos a pagar el precio de la burla y la humillación, los que renuncian a todo poniendo el Reino de Dios y su Justicia como la máxima prioridad de sus vidas (Mateo 6:33).
Para seguir a Cristo debo entrar por esta puerta angosta aunque cada día se levanten nuevas puertas anchas que, de acuerdo a la corriente del mundo, ofrezcan placeres y comodidades, llevando a los incautos al error. Por ello quienes quieran entrar por esta puerta deberán:
  • No buscar la gloria propia (vanagloria)
  • No desear los primeros lugares (preeminencia)
  • No ser de esos que siempre saben todo (orgullo)
  • Tener siempre un espíritu de aprendizaje (como un niño)
  • Ayudar a la Obra y a los obreros que Dios ha levantado (diligentemente y por amor)
  • No buscar los intereses mezquinos personales (sino los del Reino)
  • No manejarse por sí mismos (sino por el Espíritu)
  • Servir en completa sujeción a Dios y también en sujeción a sus hermanos, con humildad, dependiendo siempre de Dios¹
¿Cómo entrar por esta Puerta Angosta? Aunque no hay evidencias de que el apóstol Pablo haya caminado con Jesús en la Palestina de la época, el apóstol a los gentiles escribe en su carta a los Romanos un conjunto de directrices espirituales que nos guían a entrar por la Puerta Angosta diariamente:
“Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Ésa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.
Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, le advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado” (Romanos 12:1-3 – NTV)
Las palabras de Romanos 12 me permiten entender lo que Jesús quiso decir al enseñar sobre el esfuerzo que se requiere de mí para entrar por la Puerta Angosta. Este esfuerzo no se sustenta en mi propia voluntad, sino en permitir que el Espíritu Santo que vive en mí haga Su obra en mi vida. Para ello mi propia voluntad debe morir, dándole paso así al ejercicio de la voluntad de Dios en mi vida. Ésta es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2b). 
Jesús termina su enseñanza en Lucas 13 presentando un cuadro aterrador. Tal y como la puerta del Arca de Noé se cerró en su momento y todos los que quedaron fuera murieron a causa del diluvio, en el cumplimiento de los tiempos, la Puerta Angosta (la Gracia de Jesucristo), se cerrará. En dicho día muchos gritarán: “Señor, Señor, ábrenos”, a lo que Dios responderá: “no sé de donde son, no los conozco” (v. 25). Estos hombres pensarán que por haber estado cerca de Jesús, por haber escuchado algún sermón o por haber pertenecido a la membresía de alguna iglesia serían salvos. Sin darse cuenta éstos sufrieron el mayor engaño de todos: el engaño de uno mismo. Jesús declara que la identidad de estos excluídos está en la maldad, ellos son hacedores de maldad. El ser excluídos del Reino de Dios es el desastre más grande que una persona puede sufrir. Jesús ilustra dicha desazón con las reacciones físicas que los mismos tendrán en dicho día (llanto e indignación).
La Puerta Angosta es así un principio de Reino. Los ciudadanos del Reino de Dios son aquellos que se han negado a ellos mismos humillándose para entrar por la Puerta Angosta con valentía. Son aquellos discípulos que toman su cruz cada día:
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23 – RV1960)
En la consumación de este Reino, cuando el Rey de Reyes regrese a la tierra a instalarlo plenamente, los ciudadanos del mismo nos sentaremos a la mesa nada más ni nada menos que con Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas (Lucas 13:28,29). En dicho banquete también encontraremos personas de toda raza, lengua y nación (“del oriente y del occidente, del norte y del sur”, v. 29). ¡Cuánto anhelamos que regreses Rey!
Te dejo algunas preguntas que yo mismo me hice al estudiar este pasaje. Te animo que te hagas estas mismas preguntas y que con sinceridad las puedas responder.
  • ¿Qué puerta he abierto y qué puerta he cerrado?
  • ¿Qué puerta he elegido hoy?
  • ¿Cuáles son las “puertas anchas” que se han cruzado en mi camino? ¿De qué manera puedo vencer la tentación de abrirlas?
¹ Paráfrasis. Dı́az, S. (2007). Comentario bı́blico del continente nuevo: San Lucas (4). Miami, FL: Editorial Unilit.


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